jueves, 8 de noviembre de 2007

Recuerdo infantil

- ¿Qué pasó Camilín?
- ¡Es que el Felipe me pegó! - decía mientras sollozaba.
El hombre tomó a la niña, y la abrazó como un oso por un largo rato. Sólo quería proteger a este indefenso pajarito que adoraba tanto. Al parecer ella sintió esto y pronto su llanto cesó.
- ¡Pucha tata, es que él siempre me pega! Y cuando yo le pego, me dice que ni siquiera lo siente, y más rabia me da. - y empezó a llorar otra vez.
Se sentó en el sillón, y la puso en sus rodillas.
- Ya, pero no te pongas a llorar de nuevo. A ver... vamos a ver cómo están las presas para la cazuela.
A Camila le encantaba jugar a eso, pues siempre la hacía reír. Con sus grandes manos tomaba sus delgados bracitos...
- ¡Uuuy! que flacas están estas alitas, necesitaría como cinco de éstas para quedar satisfecho. ¿Y los tutos? - mientras golpeaba sus muslos suavemente - ¡Super flacos! Si pusiera un restaurant, todos me alegarían por darles tutos con tan poca carne. ¿Y la guatita? - aquí comenzaban las cosquillas, y los ataques de risa. Y así su pena pasó al olvido.
Camila adoraba a su tatita, y le encantaba visitarlo cada verano después del colegio, aunque tuviera que lidiar con su molestoso primo. En todo caso, eso dejó de importarle, ya que daba por sentado que su tatita estaría ahí para protegerla, y cuidarla, y regalonearla.

Aún me siento en las rodillas de mi tatita por largos ratos, y paso mis manos por su delgado pelo endurecido por el gel de su peinado. Aún siento que sus abrazos me protegen, sin embargo, esta vez no los busco para que me protejan, sino que, para recordarlos. Tengo que aprovecharlo al máximo, y tratar de grabar la mayor cantidad de recuerdos en mi mente para que no me hagan falta nunca. Estas muestras de cariño duran hasta cuando yo empiezo a jugar con su papada...

- ¡Ya empezaste ya! ¡Ya, chao no más! - mientras me paro riéndome y él me mira con sus ojos entre risueños y algo molestos...


miércoles, 7 de noviembre de 2007

Canción de cuna


Un conejito muy picarón, de colita blanca como el algodón.
Su mamá le dijo "oye, conejín, no andes tan ligero en monopatín".
El desobediente pronto se cayó, y miró su cola que se le quebró.


Eran las tres de la mañana, y no había podido pegar un ojo. Es que Carlitos había dormido toda el día, entonces ahora tenía todas las pilas puestas. ¡Nunca más dejo que duerma tanto! Lo mantenía apretado a su pecho envuelto en el chal que le había tejido y regalado su abuelita. ¡Qué cansancio! Se paseaba de un lado para otro, tratando de mantener cierto ritmo en el movimiento de sus brazos para que pronto se quedara dormido. Ya se me durmieron los brazos. Hacía esto casi como una sonámbula. Mas, al rato después, había pasado la barrera del sueño, por lo que perdió toda esperanza de poder tener un sueño reparador. Se resignó a que tendría que vagar por la casa para tratar de que esta criatura se durmiera.


Había un vez un lobito bueno, al que maltrataban todos los corderos.
Había también un principe malo, una bruja bella, y un pirata honrado.
Todas estas cosas habían una vez, cuando yo soñaba mi mundo al revés.


Cuando se cansó de pasear por todos lados, se sentó y se dedicó a mirar a este bebé que tenía en sus brazos. La miraba con una dulzura exquisita, casi burlándose un poco de su situación. Ella no pudo evitar sonreirle, y olvidó su tedio. Recorría su carita con la yema de sus dedos, y Carlitos soltó una carcajada. Hijo mío. Hijo mío. Hijo mío. Que raras le sonaban estas palabras. Soy madre. Soy madre. Soy madre. Casi la misma o más extrañeza que le causaban estas otras. Ya tenía seis meses, pero parecía que lo hubiera tenido a su lado toda una vida. ¿Cómo se puede llegar amar tanto? Te amo hijo mío. Eres mi alegría. En ese momento el niño se mete el dedo gordo a la boca, y se queda mirando a su mamá. Hubo una comunicación sin palabras por un largo rato. Y durante esta conexión mágica, los párpados exhaustos del bebé comenzaron por fin a cerrarse.


Debajo de un botón, tón, tón,
que encontró Martín, tín, tín,
había un ratón, tón, tón,
ay que chiquitín, tín, tín


martes, 23 de octubre de 2007

...for good...


Because I
knew you I have
been changed
for good...

- Wicked

I was dedicated these
words
once by an extremely important person... who
would you
dedicate them to?

martes, 16 de octubre de 2007

Lejos del país de las maravillas


Alicia ha estado triste desde la última vez que vió al conejo. Ha rogado por verlo de nuevo para poder seguirlo hasta el país de las maravillas. Mas no ha vuelto a aparecer. Quiere regresar a ese día en que se fue de paseo y llegó hasta un mundo mágico. No entiende qué ocurre. Sueña con aquel día en que pisó por primera vez aquel lugar. Años han pasado. Años ha estado triste. Ya no encuentra la puerta a ese lugar. Duda de la realidad de su viaje. Es que su alrededor le dice que la magia no existe. Insisten en que no hay tiempo para soñar. ¿A dónde te has ido conejo? ¿Por qué no me dejaste allá?... ¿Por qué no me enseñaste a volver a soñar... a seguir soñando... a siempre soñar? Trataba de mantener esa llama tenue de su imaginzación viva. Trataba de que su mente no se restrinja a la lógica ni al apuro. Imposible. El tiempo pasaba y lo único que le demostraba es que todo había sido irreal. La llama se convirtió en un leve humo. Había olvidado cómo volar.


jueves, 11 de octubre de 2007

Cara de Háblenme

De verdad me pregunto si es que tengo cara de "háblenme". Es que cada vez que viajo en bus hay alguna persona que me empieza a hablar sin que a mí me interese hablar con él. Siempre me ha pasado esto, pero definitivamente, la última persona que me encontró cara de "quiero conversar con alguien" fue la más freak de todas.
Una vez más iba viajando a Santiago, y yo iba tranquilamente sentada viendo la película que estaban dando, Los Simpson. Aunque la mayoría de la película era fome, igual me reí en varias partes, y cada vez que me reía un viejo que se juraba lolo se daba vuelta a mirarme. No me preocupé mucho, total, debo aceptar que me río mucho, y muy fuerte, por lo que en realidad no es nada raro que la gente me quede mirando cuando me río. En fin, resulta que en una parte de la película en la que salen dos policías dándose un beso, este loco se da vuelta y me empieza a hablar del golpe de estado del 73. Lo quedé mirando con cara de "yiaaaaa" y muchos "¿¿¿???", y seguí mirando la película tratando de encontrarle la conexión entre la escena que recién había pasado y lo que dijo. Luego, cada vez más seguido se daba vuelta a mirarme. Yo me empecé a poner nerviosa, y me juré que en el caso de que se acercara a mí yo gritaría lo más fuerte posible. Una vez que terminó la película, yo saqué una revista que tenía de portada a un inocente Jack Sparrow, y empecé a leerla. Por algún desconocido y misterioso motivo, este gallo revuelve su mochila y me pasa una revista en la que salía un Fabricio pilucho con cara de calentón, y con una foto de los kilómetros de pechugas que ahora tiene la Marlen. Yo quedé impactada, lo miré con tremendos ojos, mientras que me decía para mis adentros "voy a vomitar aquí mismo" (Neira, to2 los días), y lo único que atiné a decirle fue un educado "no, gracias", para luego undir mi cabeza en MI revista.
¡¡Viejo asqueroso!! ¿¿qué creía que estaba haciendo?? Dárselas de lolo y creer que me gustaba que me hablara y que me mirara y que, para peor, creyerea que quería ver a un tipo con cara de calentón y que se jura mino por bailar axe grotescamente. Todo por tener cara de "háblenme"... ¡¡Guácala!!... ¡¡¡Tipo freak, freak, freak, freak, º$%*/#ç*-# FREAK!!!! Si alguien conoce a un cirujano plástico, por favor, no duden en contactarme.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Retorno, Lado B

Lo siento mucho amigos santiaguinos, pero es la verdad: es que Stgo es muy feito – Very, really, extremely sorry to tell you, I must insist!
Luego de volver a disfrutar de la vista de mi sur, me deprimí mucho. Comparé ese maravilloso despertar con cada amanecer aquí. ¡No pude evitarlo! El verde me invadía. La vista completa, completa, completa, COMPLETA de la cordillera me dejaba atónita. El mar me inundaba con su azul. Aquí vivo en una selva de cemento, con micros por todas partes (miento, el transantiago aun carece de micros, ¡pero igual!), con una vista de la cordillera limitada ya que el sr. smog se dedica a taparla.
Y esa vista no fue todo lo que me cautivó. Una anoche tuve una vista de un cielo negro, salpicado de estrellas que iluminaban tenuemente mi alrededor. No sabría decirles desde cuando que no veía un cielo tan limpio. Prácticamente se me había olvidado cuan oscuro puede llegar a ser el cielo. Pero esa oscuridad propia del cielo, porque si de smog se habla, el cielo se ve oscuro, pero no se ven las estrellas.
Me quedo con mi sur, de todas maneras, aunque los conciertos de grandes artitas no lleguen para allá, aunque llueva casi todo el año sin importar la estación, aunque Harry Potter y el cáliz de fuego haya doblada al español y no subtitulada como yo quería, aunque haya solamente UN cine, aunque las micros de allá sean las sobras de las Santiago, no cambio mi pueblo...

Really sorry to tell you!

martes, 9 de octubre de 2007

Retorno

No iba a mi pueblucho desde hace casi 2 meses, por eso que cuando el fin de semana largo llegó, agarré mi bolso y partí a mi hogar. Tomé el bus de las 20.30 horas, y de un momento para otro, caí en las redes del sueño y me dormí.
Al otro día, desperté con un brusco giro del bus. Luego de alegar para mis adentros del sr. conductor, abrí las cortinas para averiguar dónde estábamos. Casi lloro. Había llegado a Puerto Varas, y a través de la ventana veía el lago Llanquihue extenderse al frente mío, con el volcán Osorno reflejándose en el agua, y la luz mañanera bañando cada rincón de este lugar del Edén. Habían unas pequeñas nubes teñidas de rosado que daban la sensación de algodón de azúcar colgando del cielo. Este exceso de belleza me dejó sin habla.
Luego de que el bus dejara algunos pasajeros, nos fuimos a Puerto Montt, sólo quedaban unos 20 minutos de viaje. Ya casi llegando al terminal, disfruté al máximo el tramo en el que se tiene una vista completa del mar que tanto extraño en Santiago. A mano izquierda se veía la cordillera de los Andes que avanzaba hacia el sur, y que cada vez se escapaba más de la vista. La marea estaba baja, lo que hacía que la isla Tenglo se viera más alta, y que el verde oscuro de sus arbustos contrastara con el azul claro del mar. En el cielo quedaban algunas nubes, que a esa hora ya habían recuperado su color pálido.

Ya había llegado a casa. Mi mami me estaba esperando. Fue reconfortante volver a mi familia. “No hay lugar como el hogar”.